Aquí os dejo la última parte de un artículo de Arturo Pérez-Reverte, publicado el pasado domingo en el suplemento El Semanal. La primera parte habla sobre los cuatro minutos que tardaron los piratas somalíes del Alakrana en ponerse a salvo con el botín, llegando a la costa, cuando la infantería de marina española los tenía "a tiro", esperando órdenes superiores, que guardaron silencio, desaprovechando la oportunidad de apresarlos. La parte que os traigo reflexiona sobre esos cuatro minutos de silencio. A mi me ha parecido una metáfora del silencio que se han guardado en el País Vasco sobre los asesinatos de ETA. Aquí os lo trascribo, a ver que opinais:
"...El silencio de esos cuatro minutos no son los del Alakrana. Son todo un síntoma, una marca de fábrica. Una manera de entender la vida en este pintoresco lugar llamado España, porque de alguna manera hay que llamarlo. Esos cuatro minutos de silencio se dan a cada instante, en cualquiera de las diarias manifestaciones de nuestra estupidez, nuestra mala baba y nuestra impotencia. Calla siempre, los cuatro minutos precisos, el político de turno, y el policía, y el juez, y el periodista, y el vecino del quinto. Callamos todos ante lo que vemos y oímos, pendientes del tictac del reloj, esperando que el tiempo aplace, resuelva, permita olvidar el problema. Una cosa es la teoría, las declaraciones oficiales, la España virtual. Qué ligeros de lengua somos legislando para un mundo perfecto, con nuestra inquebrantable fe en el hombre- y en la mujer, que diría Bibiana-. Y qué callados nos quedamos como la otra ministra y el de la barba, cuando la realidad se impone sobre nuestra imbecilidad endémica. Cuando el maltratador defendido por la maltratada, el corrupto reelegido para alcalde, el violador reincidente, el terrorista que apenas paga su crimen, el hijo de puta menor de edad, la tía marrana que aprovecha la ley para vengarse de su marido inocente, el pirata somalí que rompe el tópico del buen negrito, nos meten el Kalashnikov por el ojete. Entonces nos quedamos callaos, no sea que la vida real nos reviente la teoría obligándonos a señalar al rey desnudo. Y así, de cuatro en cuatro, pasan los minutos de nuestra cobardía."
Totalmente de acuerdo pero ademas el silencio se puede canjear o incluso mezclar con indiferencia. El silencio puede encubrir cobardia pero la indiferencia no es sino reflejo de un corazón duro. A veces, como ha ocurrido, el silencio se impone a las personas y ya no se discierne donde empieza la cobardia ni donde la indiferencia de los que imponen, claro esta.
ResponderEliminar