Llevo reflexionando estos días sobre las declaraciones de Eguiguren en un programa de televisión. Afirmar que «las víctimas no pueden decidir la política (...), las víctimas no pueden arrogarse la representación popular», sin a continuación, afirmar que los terroristas tampoco, es legitimarles, queriéndolo o no. Pero estas afirmaciones no son exclusivas de Eguiguren. Maixabel Lasa en una entrevista también hacía referencia a ese extremo en relación con el papel de la víctimas en todo este proceso, y nadie se ha escandalizado por ello. Lo preocupante, desde mi punto de vista, es lo que apunta J. M. Ruiz Soroa, analizando el libro 'Calidad democrática en España': «La sociedad asume una actitud de consumidora política y se ahorra los costes de la implicación». Y así es como nos ven y, peor aún, nos quieren, algunos políticos.
Las víctimas tenemos no solo el derecho a consumir política, sino a implicarnos en su funcionamiento. ¿Acaso unos mineros en huelga no intentan mediatizar la política energética de un gobierno? ¿Acaso miles de trabajadores en huelga convocados por los sindicatos no intentan mediatizar la política laboral de un gobierno? ¿Acaso los 'lobbies' empresariales y financieros con su apocalípticas predicciones no intentan mediatizar la política económica de un gobierno? Con toda mi admiración y respeto, pero con toda firmeza, le digo mi verdad, señor Eguiguren, que no pretenda despojarnos de la dignidad que nos queda y de nuestro derecho a implicarnos o intentarlo, aunque no podamos. Al menos, así entiendo yo la democracia para mi país.
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