jueves, 20 de enero de 2011

Tercera Entrada: LA FARSA DE LA VERIFICACIÓN INTERNACIONAL

·        Aunque había anunciado que la próxima entrada versaría sobre la recomposición del nacionalismo radical, he creído oportuno introducir antes esta otra, que habla sobre la farsa que se esconde tras la grandilocuente palabra “verificación”, a la que se aferran como garantía demócrata de sus  intenciones ETA, pero sobre todo Batasuna, EA y Aralar.

La implicación internacional brinda a ETA y a Batasuna una baza con la que intentar atenuar su profunda crisis. Cuando Batasuna reclama esa verificación seduce a algunos observadores del fenómeno etarra que declaran su fe en la ruptura del brazo político con el armado a pesar de la evidencia que demuestra que el movimiento terrorista, aunque con tensiones, permanece fiel al terrorismo.

No es extraño que actores externos sean vulnerables al engaño cuando algunos políticos vascos siguen concediendo crédito a los interesados testimonios de dirigentes de Batasuna que les trasladan su irreversible voluntad de dejar el terrorismo mientras los hechos confirman su persistencia en el terror.

La agenda de Batasuna se ve favorecida al involucrarse a agentes internacionales, ya que, bajo la falsa apariencia de neutralidad, actores desconocedores del terrorismo etarra adoptan un tendencioso rol de mediación que, de forma perniciosa, ubica en el mismo plano de responsabilidad y culpa a una organización terrorista y a un Estado democrático.

En ese contexto, la farsa de la verificación es una de las opciones que Batasuna desea explotar para rentabilizar la promesa de desaparición de ETA, al tiempo que intenta generar fisuras en una política antiterrorista que hoy se sostiene en un eficaz consenso y en una asfixiante presión al movimiento terrorista.

La petición de verificación surge de la instrumentalización de iniciativas adoptadas en Irlanda del Norte, donde una comisión internacional fue creada en 1995 con el propósito de opinar sobre cómo debía acometerse el desarme de las organizaciones terroristas. El Sinn Fein rechazaba dicho desarme mientras que los unionistas exigían la entrega de las armas como condición para la apertura de conversaciones sobre el futuro gobierno de la región. El Gobierno británico optó por la internacionalización del conflicto para atraer al IRA, que explotaría esta concesión hasta hacer prácticamente irrelevante el desarme cuando éste se acometió muchos años después.

Primero se pospuso la exigencia de desarme antes de iniciar las negociaciones. Después el IRA se negó a cumplir con la exigencia de desarmarse durante las negociaciones que impuso dicha Comisión. Sin embargo, el incumplimiento de esa obligación no derivó en sanciones serias para el Sinn Fein. Por el contrario, la promesa de desarme y de desaparición del IRA en el futuro se convirtieron en la mejor baza del Sinn Fein para extraer concesiones, pues los representantes políticos de los terroristas exigían constantes privilegios bajo pretexto de que sólo así serían capaces de convencer al IRA de la necesidad de dejar la violencia.

Semejante coacción perpetuó la existencia del IRA mientras reforzaba el perfil político de un partido estrechamente ligado a un grupo terrorista. A pesar de la aparente firmeza del Gobierno británico, el IRA obtuvo la excarcelación de todos sus presos en 2000 sin que la banda hubiese ni siquiera iniciado un desarme que se le venía reclamando desde años atrás. Obtuvo semejante concesión incumpliendo una de las fundamentales “salvaguardas” introducidas por la legislación británica para articular el programa de excarcelación, que contemplaba que no podrían acogerse al mismo “aquellos internos que pertenezcan a organizaciones que no han declarado o que no están manteniendo un alto el fuego completo e inequívoco”.

Tampoco se respetó la exigencia que condicionaba la excarcelación a la “completa cooperación” de la organización terrorista con la comisión que debía hacer posible el desarme de los grupos terroristas que comenzó a llevarse a cabo en 2001 y concluyó en 2005. Fue además una entrega de armas que también se realizó de manera muy cuestionable por la escasa credibilidad que los sucesivos actos implicaron. La impunidad e indulgencia que caracterizó dicho proceso convirtió en ineficaz el desarme del IRA, pues la forma en la que se llevó a cabo impidió que cumpliera el objetivo que motivó esta exigencia en 1995: convencer a las víctimas del terrorismo del IRA de su voluntad inequívoca  de poner fin a la violencia.

El retraso en el desarme y su metodología impidieron generar la confianza que se buscaba con esa iniciativa, precisamente por el incumplimiento de los principios que la comisión internacional de desarme debía respetar. La comisión declaraba como guía de su trabajo unos principios democráticos básicos, entre ellos el que destacaba como inaceptable que un partido político, y particularmente sus líderes, expresasen su compromiso con la democracia y la ley mientras su actitud demostraba lo contrario. Sin embargo, la comisión de verificación incumplió su propio mandato y se convirtió en garante de una dañina incoherencia al maquillar el chantaje terrorista que tanto atrae a Batasuna.

Su reproducción en el País Vasco resultaría contraproducente, pues aquí la política antiterrorista debe aspirar a la desaparición total tanto del terrorismo etarra como de su legitimación y no meramente a cerrar en falso un conflicto terrorista como en Irlanda del Norte. Si bien el IRA había decretado el cese de sus actividades, dicha declaración formal de “alto el fuego” no fue considerada incompatible con el mantenimiento de actividades terroristas que continuaron durante años. Incumpliéndose así uno de los más importantes requisitos para la excarcelación.

A modo de ejemplo pueden citarse los cuatro asesinatos cometidos por el IRA en 1999 y los tres perpetrados en 200045, periodo en el que se completó el programa de excarcelación y en el que otros grupos terroristas unionistas también se beneficiaron de dicho privilegio a pesar de seguir cometiendo asesinatos46. La continuidad de otras actividades terroristas fue reconocida por el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, que en enero de 2005, ante el Parlamento irlandés, admitió que en su intento por integrar al Sinn Fein en el sistema de partidos había ignorado las actividades delictivas en las que el IRA seguía involucrándose.

Un año antes, su homólogo británico, Tony Blair, había afirmado que no debía tolerarse una situación en la que representantes de la voluntad popular se vieran obligados a compartir el Gobierno de Irlanda del Norte con un partido como el Sinn Fein, asociado a un grupo terrorista todavía activo como el IRA47. El aparente ultimátum del primer ministro británico había sido planteado ya varios años atrás. Así se refleja en un discurso pronunciado en octubre de 2002 en el que también exigió “el final de la tolerancia de actividades paramilitares”, y una “misma ley para todos que se aplique a todos por igual”. Aunque seguidamente aseguró que, a partir de ese momento, “un crimen es un crimen”48, el paso del tiempo demostró que los crímenes del IRA recibían diferente consideración.

La excarcelación se acometió, pues, a pesar del incumplimiento de la premisa fundamental que la legislación recogía –un alto el fuego completo e inequívoco– y que resultaba a todas luces incompatible con el diagnóstico queen 2005 realizaba Ian Pearson, ministro para Irlanda del Norte, que definió al IRA como “uno de los más sofisticados grupos criminales del mundo”.49 O sea, el IRA obtuvo la excarcelación anticipada de todos sus presos a pesar de que la organización seguía existiendo y pese a que continuaba actuando ilegalmente. Las acciones criminales del IRA no se limitaban a actividades mafiosas que desde algunos sectores de opinión se interpretaban como inevitables después de décadas de violencia.

A menudo se minimizaba la gravedad de semejantes delitos mediante una ventajosa comparación con la renuncia del IRA a su campaña de asesinatos sistemáticos. Sin embargo, los sucesivos informes elaborados por la comisión encargada de supervisar el estado del alto el fuego de los grupos terroristas norirlandeses (IMC, Independent Monitoring Commission) confirmaban que el IRA continuaba financiándose y recabando inteligencia, poniendo sus actividades ilegales al servicio de la estrategia política del Sinn Fein50. El IRA, como concluía dicha comisión, “se había adaptado a los nuevos tiempos”51, manteniendo actividades incompatibles con el respeto a un “alto el fuego completo e inequívoco” que la excarcelación había exigido.

Así pues, el Sinn Fein fue recompensado con la excarcelación de los presos
del IRA al haber optado supuestamente por vías políticas que, sin embargo, en absoluto podían considerarse como democráticas, puesto que el partido no había renunciado a la contribución de las actividades ilegales del grupo terrorista. La asociación entre el brazo político y el militar se mantuvo, pues el IRA continuó sirviendo los intereses del Sinn Fein, ya que la promesa de la desaparición futura de la banda le garantizaba al partido concesiones diversas, entre ellas la referida excarcelación.

Este precedente permite comprender el potencial que la injerencia externa
ofrece para ETA y Batasuna. La constitución de una comisión al estilo de la creada en Irlanda del Norte favorecería la perpetuación de ETA y las constantes presiones sobre Gobierno y sociedad para incurrir en concesiones a la banda a cambio de promesas de mantenimiento de una hipotética tregua para la cual ya existen excelentes verificadores: las fuerzas y cuerpos de seguridad y los servicios de inteligencia. El antecedente norirlandés revela el potencial de coacción que dicha fórmula ofrecería a ETA.

Si bien el cese de la violencia del IRA se produjo en ausencia de concesiones hacia la banda y su entorno, inauguró un proceso en el que sus representantes políticos se beneficiaron de significativos gestos de los Gobiernos británico e irlandés. Así generaron perjudiciales consecuencias para la normalización política, lo que repercutió negativamente en el objetivo de la desaparición total de la intimidación terrorista y de su necesaria deslegitimación. Es comprensible que este escenario seduzca a Batasuna, pues ofrece un modelo en el que las autoridades británicas aplicaron una incoherente política que favorecía al Sinn Fein a pesar de las actividades del IRA, al relativizar la simbiosis entre ambos y sus nocivos efectos.

Rogelio Alonso. Profesor titular Universidad Rey Juan Carlos. 

Próxima entrada: Recomponiendo el Nacionalismo Radical.

sábado, 15 de enero de 2011

INSTRUMENTALIZANDO LA DECLARACION DE BRUSELAS Y LOS PRINCIPIOS MITCHELL

Segunda Entrada

LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA DECLARACIÓN DE BRUSELAS Y LOS PRINCIPIOS MITCHELL POR PARTE DE ETA-BATASUNA.

Declaración de líderes internacionales en la Resolución de Conflictos y Procesos de Paz:
Nosotros, los abajo firmantes, damos la bienvenida y elogiamos los pasos propuestos y el nuevo compromiso público de la Izquierda Abertzale con los medios "exclusivamente políticos y democráticos" y una "total ausencia de violencia" para conseguir sus objetivos políticos.
Plenamente realizado, este compromiso puede ser un paso fundamental para poner fin al último conflicto en Europa.
Tomamos nota de la expectativa de que los próximos meses pueden dar paso a una situación donde el compromiso por los medios pacíficos, democráticos y no violentos se convierta en una realidad irreversible. Para ello, hacemos un llamamiento a ETA para que apoye este compromiso declarando un alto el fuego permanente y completamente verificable.
Tal declaración, debidamente respondida por el Gobierno español, permitiría que los nuevos esfuerzos políticos y democráticos avancen, las diferencias sean resueltas y se alcance una paz duradera.
Entre la veintena de firmantes de la Declaración se encuentran cuatro premios Nobel de la Paz –los sudafricanos Desmond Tutu y Frederik de Klerk y los norirlandeses John Hume y Betty Williams–, la Fundación Mandela, Jonathan Powell –ex jefe de gabinete de Tony Blair–, y Mary Robinson –ex presidenta de Irlanda y ex comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos–.  La aparente ecuanimidad y las supuestas buenas intenciones de los firmantes del documento evidenciaban una peligrosa ausencia de distinción entre el agresor –ETA– y la víctima –la democracia española–, al colocar a una organización criminal y a un Estado democrático en el mismo plano de responsabilidad en lo referente a la resolución del conflicto terrorista que la banda exige.

Aunque la Declaración de Bruselas reclamaba a ETA un “alto el fuego permanente verificable”, lo hacía mediante recursos favorables a los terroristas al reforzar la narrativa del conflicto reproducida por éstos con el fin de desfigurar la realidad en torno a su violencia. Así sucedía al elogiar las personalidades mencionadas, entre ellas varios premios Nobel de la Paz, “el nuevo compromiso de la izquierda vasca pro independentista con medios exclusivamente políticos y democráticos para conseguir sus objetivos”. Apoyaban por tanto las tácticas con las que los representantes políticos de ETA vienen escenificando un simulado, pero inexistente, distanciamiento del terrorismo.

Ante las negativas consecuencias que para los terroristas supone la expulsión de Batasuna de las instituciones democráticas, éstos han acentuado sus esfuerzos por eludir su ilegalización en las próximas elecciones municipales y forales. En ese contexto debe interpretarse el pronunciamiento de los firmantes de la Declaración de Bruselas al plantear que “si el Gobierno respondiera de forma apropiada a esta declaración [de alto el fuego de ETA], permitiría el avance de nuevos esfuerzos políticos y democráticos, la resolución de antagonismos y la consecución de una paz duradera”.

   De esa manera los autores de la Declaración transferían al Gobierno español la responsabilidad para la resolución de un fenómeno terrorista del que únicamente es responsable la banda. Ese mismo modelo de difusión de responsabilidad y transferencia de culpa es el que Batasuna emplea, responsabilizando del final de la violencia a un Gobierno democráticamente elegido por una sociedad a la que los terroristas coaccionan. La retórica utilizada en esta Declaración y sus precedentes permite deducir que sus firmantes reclamaban implícitamente de nuestras autoridades la legalización de otra expresión política continuadora de Batasuna. Debe enfatizarse que resulta imposible conciliar la petición de vuelta a la legalidad de Batasuna con una mera declaración formal de supuesta separación de la violencia –que parecen entender suficiente los firmantes de la Declaración y como desean los representantes de ETA–, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha avalado la ilegalización en muy reveladores términos.

La histórica sentencia dictada en junio de 2009 señala además que “un partido político cuyos responsables incitan a recurrir a la violencia, o proponen un proyecto político que no respete una o varias reglas de la democracia o que persiga su destrucción y el desconocimiento de los derechos y libertades que ella reconoce, no puede prevalerse de la protección del Convenio [europeo de Derechos Humanos] contra las sanciones infligidas por estos motivos”. Por tanto, la reversión de la ilegalización exige mucho más que superficiales fórmulas verbales, al obligar a la renuncia de fines y medios como los que ETA y Batasuna persiguen.

En su defensa de la agenda de Batasuna, Brian Currin ha exigido al Gobierno español el cese de su “violencia”. Ha equiparado, por tanto, de manera errónea el terrorismo de ETA con medidas absolutamente legales y de probada eficacia contra el terrorismo etarra como la ilegalización de su brazo político. En su afán por rehabilitar a Batasuna, Currin viene insistiendo en la exención de ETA y Batasuna de la exclusiva responsabilidad que ambas organizaciones ilegales tienen para decretar el final del terrorismo, interpretación también coincidente con la propaganda terrorista. Su injerencia favorece los intereses terroristas al introducir constantemente un falseamiento de la realidad en torno a las causas y las consecuencias del terrorismo etarra.

En las circunstancias descritas, Batasuna y ETA se benefician del discurso de los firmantes de la Declaración de Bruselas que desvía la atención de las exigencias fijadas por la jurisprudencia al desplazarla hacia unos requisitos meramente formales e insuficientes para la participación en el sistema democrático. Con ese tendencioso objetivo, el artífice de la Declaración, el sudafricano Brian Currin, ha instado al Gobierno español a adoptar los denominados “principios Mitchell”, utilizados en el contexto norirlandés pero absolutamente irrelevantes en el marco democrático español. Así sucede porque dichos principios no constituían más que una retórica declaración de intenciones democráticas básicas y de rechazo formal a la violencia que son descontextualizados por parte de Batasuna para burlar la legalidad.

Nota mía: Os remito, además, a la entrada que titulé “Carta a Paul Ríos (Lokarri)”, donde se hace constar que el recurso semántico “ausencia de violencia”, esconde un trampa táctica de violencia latente y por lo tanto no ausente.

Seis eran los denominados “principios Mitchell”:
1º.- la resolución de cuestiones políticas a través de medios democráticos y exclusivamente pacíficos;
2º.- el desarme total de todas las organizaciones paramilitares;
3º.- el acuerdo de que dicho desarme debía ser verificable a satisfacción de una comisión independiente;
4º.- la renuncia y la oposición a cualquier esfuerzo llevado a cabo por otros para utilizar la fuerza o amenazar con su uso con el fin de influir en el curso o en el resultado de las negociaciones multipartitas;
5º.- aceptar someterse a los términos de cualquier acuerdo alcanzado en las negociaciones multilaterales y recurrir a métodos democráticos y exclusivamente pacíficos para intentar alterar cualquier aspecto de ese resultado con el que puedan estar en desacuerdo;
6º.-urgir el fin de los asesinatos y palizas de “castigo” y emprender medidas efectivas para prevenir dichas acciones.

Estos principios fueron los cimientos sobre los que se edificó una segunda Declaración, esta vez denominada Declaración de Gernika, suscrita por Batasuna, EA y Aralar entre otros.

La decepción es aún mayor al repasar los principios Mitchell, invocados en la Declaración de Guernica. Batasuna recoge tres, los referidos al "uso de medios exclusivamente democráticos y pacíficos", la "oposición a la amenaza de recurrir a las armas" y el "respeto a los acuerdos" con el compromiso de "recurrir solo a métodos exclusivamente democráticos y pacíficos" para modificarlos. Todo ello se resume en el calificativo que Batasuna parece ahora echar en falta: "irreversible". Sin embargo, no se lo pidió a ETA, lo cual revela que o bien asumió su debilidad de origen en la negociación o bien quiere hacernos creer que se ha distanciado de la banda más de lo que lo ha hecho en realidad.

 La Declaración de Guernica recoge el primero, el cuarto y el quinto (citados más arriba), pero deja de lado el segundo y el tercero, que hacen referencia al "desarme total de todas las organizaciones paramilitares" y a que "dicho desarme debe ser verificable por una comisión independiente".

El senador Mitchell no aplicaba el adjetivo "verificable" a un alto el fuego, como hace Batasuna, sino al desarme, porque un alto el fuego resulta tan evidente que no requiere comprobación alguna. La verificación se ha venido entendiendo internacionalmente -no solo en el Ulster, sino también en procesos como el desmantelamiento de la Contra nicaragüense hace 20 años- como una comprobación de que los grupos armados destruyen sus arsenales. Pero si no hay irreversibilidad, si no hay un abandono definitivo de las armas, ¿qué se va a verificar? * (Irene Lozano, El País, 15-1-2011)

Frente a la vacua retórica de los referidos “principios Mitchell”, la ilegalización de Batasuna cuenta con el respaldo de una legislación nacional e internacional que determina con claridad las causas de su prohibición y también, por tanto, las condiciones que deben cumplirse para la participación de un partido político en el juego democrático. Es decir, el verdadero test del compromiso democrático de una formación no puede ser una mera declaración formal de intenciones, sino la fehaciente constatación del respeto a una legalidad determinada por las instituciones democráticas responsables. Los dirigentes de Batasuna intentan convertir dichos principios formales en una alternativa a los requisitos legales que motivan la ilegalización de esta formación política.

La propia ETA ha dejado clara su interpretación de los “principios Mitchell”:
“Esos principios constituyen las reglas de juego que todos los partidos políticos debieran aceptar en las conversaciones multipartitas para superar el conflicto político. Por lo tanto, corresponde a los partidos mostrar su compromiso con esos principios. En cualquier caso, y aunque esté fuera de ese ámbito, ETA tiene voluntad, tomando en cuenta los ‘Principios Mitchell’, de no influir en las conversaciones entre los partidos y de respetar los acuerdos que en ese ámbito se puedan lograr en la resolución democrática del conflicto”. Este explícito desmarque que ETA realizó de los “principios Mitchell” revela el error de quienes insisten, sin fundamento alguno, en la voluntad de la organización terrorista de poner fin a su campaña de violencia. Evidencia además el error de los actores nacionalistas que han dado credibilidad a la propaganda terrorista, aceptando tácticas como las que se describirán en la siguiente entrada, que contribuyen al objetivo terrorista de recomponer alianzas independentistas bajo las directrices de ETA.

Próxima entrada: Recomponiendo el Nacionalismo Radical.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? Un análisis del estado de la cosas tras la declaración de ETA de septiembre de 2010.

Primera entrada:
 
LA VERGONZOSA ACTITUD DE LA BBC 


   Voy a comenzar con este título una serie de entradas basadas en el riguroso, erudito, hermenéutico y completo análisis que el profesor titular de Ciencia Política de la Universidad Rey Don Juan Carlos, Rogelio Alonso, ha realizado bajo el título Propaganda, Internacionalización y Recomposición del Nacionalismo Radical. Con esta serie de entradas se pretende ofrecer una visión de lo que está aconteciendo en el País Vasco a partir de la declaración de ETA del 5 de septiembre de 2010, en el que se exponen, los motivos, el porque, las estrategias y demás movimientos políticos que se han producido y se están produciendo, de cara a que no os perdais en el laberinto de declaraciones de "alto el fuego", manifestaciones de partidos políticos, etc... Y tengais una idea clara de cuales son las intenciones de cada cual cuando dice esto o aquello. Espero que os sirva de guía mental y de fortalecimiento de vuestras convicciones democráticas.

   La BBC, el ente público de la radiotelevisión británica, se convirtió en un útil altavoz de la propaganda terrorista al aceptar la difusión de un vídeo de propaganda terrorista sobre el que, además, la BBC informó incorrectamente al tergiversar tanto el contenido de lo anunciado como las motivaciones de sus autores.
 
   Al contrario de lo que la corporación británica señaló en su página web, al presentar la noticia con carácter de “exclusiva mundial”, ETA no anunció que “no cometerá acciones armadas” en el futuro. En ningún lugar de la declaración se afirmaba tal cosa, pues los terroristas se limitaban a señalar  que “ETA hace saber que ya hace algunos meses tomó la decisión de no realizar acciones armadas”, al tiempo que reafirmaba su compromiso con su campaña de “confrontación”.

   Debía cuestionarse por tanto el valor noticioso de un anuncio que ignoraba que la existencia de una organización terrorista en un contexto democrático como el español supone una intolerable amenaza que en modo alguno puede matizarse por el hecho de que los terroristas, con fines propagandísticos, y como consecuencia de su considerable debilidad, hiciesen público un “parón técnico”.
  
   La BBC sucumbió al encanto de sensacionalistas imágenes brindadas por los terroristas en la búsqueda de sus objetivos propagandísticos. La tendenciosa cobertura que la BBC realizó del comunicado etarra en septiembre incurría también en una distorsionada presentación de las aspiraciones de ETA al reproducir sin cuestionamiento alguno los deseos expresados por los terroristas de “poner en marcha un proceso democrático” y de “lograr sus objetivos por medios pacíficos y democráticos”. De ese modo, al ofrecer su privilegiada y respetada plataforma a ETA, la BBC permitió a una organización criminal revestir el resultado de la exitosa acción antiterrorista contra ella –signo de evidente fracaso y decadencia– casi como un magnánimo gesto de buena disposición.

   Semejante asociación era ineludible en una cobertura en la que volvían a despertarse esperanzadoras pero infundadas expectativas sobre el inminente final del terrorismo. En consecuencia, tal y como persigue la propaganda terrorista, una organización criminal responsable del asesinato de seres humanos volvía a ser asociada con términos absolutamente contrarios a lo que representa: paz y democracia. Son ambas palabras clave o talismán con las que, como demostró el último “proceso de paz”, se busca coaccionar emocionalmente a una sociedad amenazada. De ese modo se facilitaba al movimiento terrorista su objetivo de transferir la responsabilidad por la resolución del conflicto terrorista a otros actores, como, por ejemplo, al Gobierno español.

   En este sentido es también relevante la negativa de la BBC a referirse a ETA como una organización terrorista, describiéndola en cambio como “grupo separatista”. El libro de estilo de la cadena rechaza el término “terrorista” en aras de una supuesta neutralidad que, sin embargo, facilita la desinformación y la distorsión de la realidad en torno a ETA. Al contrario de lo que se deduce de la postura de la BBC y de otros medios que evitan identificar a ETA como un grupo terrorista, semejante actitud no denota imparcialidad u objetividad, sino subjetividad valorativa encubierta bajo una asimétrica neutralidad, evidente también en la cobertura del comunicado que aquí se está analizando. Así es, porque tratar a ETA como algo diferente a una organización terrorista, interpretando sus comunicados sin un riguroso análisis y contextualización de su naturaleza y estrategia, no equivale a informar objetiva y correctamente sobre el fenómeno de violencia política que tiene lugar en una sociedad democrática europea.

   La proyección obtenida por la banda gracias a la difusión de su propaganda a través de la BBC abonaba el terreno para profundizar en la internacionalización que Batasuna- su partido político- pretendía lograr con el fin de involucrar a agentes externos que presionasen al Gobierno español en la defensa de sus intereses, pues la injerencia externa permite al movimiento terrorista difuminar su exclusiva responsabilidad sobre el final de la violencia.

Próxima entrada: La instrumentalización de La Declaración de Bruselas y Los Principios Mitchell por parte de ETA-Batasuna.

 

sábado, 8 de enero de 2011

A VUELTAS CON LA RECONCILIACIÓN

Un nuevo mantra mediático va apareciendo poco a poco en la opinión pública y publicada ante el (no) anuncio del final de ETA. Me refiero en concreto a la reconciliación, el nuevo fetiche semántico, que como gran película de estreno, se espera próximamente en los mejores medios de comunicación.

Antes de continuar me gustaría dejar claro, que mientras exista la banda terrorista en activo, que continúa amenazando, extorsionando y cometiendo atracos de aprovisionamiento táctico, me parece una auténtica obscenidad hablar sobre éste y otros temas.

El concepto reconciliación va unido, indefectiblemente, como necesario para una convivencia futura, pacífica y democrática. Para no liarnos, habría que recurrir una vez más al significado de la palabra. Según el DRAE, reconciliación es volver a las amistades, o acordar o atraer los ánimos desunidos. La primera reflexión que se me ocurre es la de preguntarme si realmente en el País Vasco es necesaria una reconciliación para un convivencia pacífica y democrática, que implicaciones tiene el asumir esa necesidad y si no estaremos cayendo de nuevo en la tela de araña de los exégetas filo etarras.

¿Pero qué necesidad tienen las víctimas de reconciliarse con nadie?, ¿Qué necesidad tenemos de compartir cuadrilla, txoko o los triunfos de nuestro equipo con los victimarios? Porque de eso estamos hablando. En eso consiste la reconciliación, ¿no?. Las relaciones entre los individuos de una sociedad están regladas y normativizadas por nuestro ordenamiento jurídico emanado del Estado democrático de derecho. Todos estamos sometidos al imperio de la Ley. Ese y sólo ese es el marco en el que se deben de basar las relaciones interpersonales. Si cuando tengo un problema con mi vecino, me dedico a rayarle su coche, estoy demostrando un déficit democrático preocupante. Si cuando mi vecino no tiene las mismas ideas que yo, le pego un tiro y encima le echo la culpa al sistema, entonces me he convertido en un terrorista. En definitiva, para que la convivencia en nuestra sociedad sea justa, igualitaria y pacífica para todos, debemos exclusivamente someternos todos al imperio de la Ley, asumir y aceptar el Estado democrático de Derecho, con sus imperfecciones y con su posibilidad de mejora, sin duda. Por eso la reconciliación, ni es necesaria, ni es preceptiva para una convivencia en paz. Y mucho menos exigible.


Como describía recientemente Rogelio Alonso, una de las personas mejor informadas sobre el proceso de reconciliación de Irlanda del Norte, tras el proceso de paz, comenzaron a excarcelarse a presos del IRA con asesinatos a sus espaldas. Los medios de comunicación no tardaron en trasladar la posible reconciliación entre víctima y victimario a la televisión, promoviendo programas- encuentros entre ellos. En concreto, en uno emitido por la BBC, que tenía como moderador a Desmond Tutu, se llegó a poner entre las cuerdas a una víctima cuando ésta era inquirida por el moderador que le hacia ver el esfuerzo ético y moral que el victimario estaba realizando al personarse allí y pedirle perdón por los asesinatos cometidos. La víctima se había transformado de repente, a ojos del espectador, en un ser inmisericorde, sin altura de miras, que era incapaz de perdonar por el bien de la comunidad. Ni que decir tiene, que por su parte el terrorista, se había convertido en una víctima de su pasado y de la intransigencia de su nuevo victimario. Así son las cosas en Irlanda hoy en día y algunos lo ponen como ejemplo a seguir.

Este espectáculo mediático ha sido la fuente de inspiración de la película Cinco Minutos de Gloria, de la que también se hace eco Rogelio Alonso. En ella se recrean esos encuentros televisivos para denunciar la perversión moral a la que se somete a las víctimas frente a sus victimarios. El asesino se nos presenta como una persona atribulada, con remordimientos de conciencia por su pasado y por el resultado de sus actos, eso sí, sin un ápice de culpa, pues la misma la dirige hacia esa sociedad, ese submundo de la violencia donde vivía, que le empujaba a cometer esas atrocidades. En definitiva, se nos presenta como una víctima más, susceptible de ser comprendida, perdonada y con derecho a la reconciliación.

El concepto de reconciliación implica, por lo tanto, asumir una ruptura entre los miembros de una comunidad, que los ha llevado finalmente a un enfrentamiento. Puesto que la violencia es reprobable, venga de donde venga, los promotores de la reconciliación hacen tabla rasa, las igualan y las dan por legítimas, pasando por alto la misma y sus causas, poniendo el énfasis en el resultado final, una convivencia pacífica y democrática. Presentada así la situación, despojada ya de cualquier justificación política, la reconciliación se convierte en una obligación ética y moral para ambas partes y muestra a aquellos que no estén por la labor reconciliatoria, como seres inmisericordes, llenos de rencor y odio e insolidarios con sus conciudadanos y con el futuro de la convivencia en su comunidad. Lo que se esconde detrás de este proceso es la relegación al olvido de lo que ha originado esa presunta fractura. La reconciliación no es un proceso unidireccional, no recae sólo sobre la voluntad de una de las partes, la víctima, máxime cuando hasta los terroristas se nos presentan como tal, si no que requiere cierto feedback. En una reconciliación hay que contar con la voluntad de las dos partes a reconciliar, que tanto una como la otra, asuman, quieran y acepten la misma. En definitiva, no se trata de que la víctima se reconcilie con el victimario, si no que éste a su vez, asuma, quiera y acepte esa reconciliación. En suma, se legitime, o al menos, se entienda su actuación pasada. La racionalización consiguiente seria; tú, víctima, te reconcilias conmigo a pesar de mis actos, reconozco tu esfuerzo y te lo agradezco. Yo me arrepiento de las muertes causadas, pero has de saber que yo también hago un esfuerzo, solicitando tu perdón reconozco mis errores pero entenderás que no me quedaba otra solución. Esa inevitabilidad de los hechos diluye la culpa y la carga moral y la expande por toda la sociedad. En definitiva, sin una clara distinción de que no es igual el sufrimiento objetivo de la víctima frente al subjetivo del victimario, la sociedad puede caer en comportamientos coercitivos y coaccionadores hacia las víctimas, que en aras del bien común, promoverá y presionará para que tanto uno como otro la acepten. Y ejemplos claros de este tipo de racionalización la estamos observando ya en personalidades como el Arzobispo de Valladolid, Blázquez, que durante años fue Obispo de la diócesis de Bilbao, cuando manifiesta que ante un final de ETA la sociedad seria magnánima y generosa con ellos.

El concepto de reconciliación incorpora, además, como esas ofertas de la tele tienda, otros conceptos como el perdón. Como apunta Rogelio Alonso, tras una formula verbal vacía, con la solicitud del perdón “se presiona a la víctima, eximiendo de responsabilidad al criminal a cambio de una mera fórmula verbal. Ese perdón artificial reemplaza la imprescindible aplicación de la justicia penal mediante una nueva victimización que desnivela las categorías de víctima y victimario, pues éste se niega a deslegitimar el injusto sufrimiento causado a aquélla. Los asesinos reproducen una propaganda en la que el asesinato es presentado como necesario, expresando únicamente las razones subjetivas que en su opinión lo justificaban. De esa forma el simple reconocimiento formal del daño difícilmente aliviará a la víctima, pues su sufrimiento aparece como necesario y, por tanto, la injusticia cometida no fue tal”.

El concepto del perdón invade la esfera más íntima de la persona y por lo tanto imposible de reglar para un Estado. No hay sistema político que dicte una Ley para obligar a las personas a perdonar. El perdón es un acto privado y por lo tanto inabarcable para el Estado de Derecho. Nada ni nadie tiene la fuerza moral para obligar a una víctima a perdonar a su victimario. Nada ni nadie tiene la fuerza ética y moral para contraponer el esfuerzo redentor del terrorista contra la voluntad privada de la víctima de otorgarle el perdón. Ni el terrorista ni la víctima tienen porque reconciliarse para una convivencia pacífica. Sólo tienen que asumir, aceptar y someterse al imperio de la Ley.

Y eso, y sólo eso, es lo que hemos estado haciendo durante estos cincuenta y un años de terrorismo etnonacionalista. Las víctimas hemos renunciado a responder al mal con mal, a la violencia con violencia y hemos dejado en manos de la administración de justicia, que nos ofrece nuestro estado de derecho, la gestión de la misma. ¿Qué mejores y mayores esfuerzos se nos pueden exigir a las víctimas para promover una convivencia pacífica?

Las causas de la aparición del fenómeno terrorista en los diversos países donde se ha expresado, responden a una idiosincrasia particular, difícilmente extrapolable al resto. Así, intentar proyectar en uno determinado las soluciones que han funcionado en otros es estar condenado al fracaso. Los ejemplos de Irlanda y de Sudáfrica, nos deben de servir para saber qué es lo que no tenemos que hacer más que para lo contrario. El País Vasco no presenta una sociedad dividida, separada o enfrentada por razones políticas, lingüísticas, ideológicas o culturales, aunque algunos no cejen en ese empeño. El País Vasco no necesita una reconciliación, pues no hay nada que reconciliar. No caigamos en la trampa que supone desviar y reducir la reconciliación a un problema entre víctima y victimario, pues confundiremos una vez más, la causa con la consecuencia. Confundiremos una causa política con una consecuencia social. No, lo que hay que reconciliar es al terrorista, al victimario, y sus adláteres, con el Estado de Democrático y de Derecho, que asuma, acepte y se someta al mismo.

O quizás, simplemente estaremos confundiendo también reconciliación con regeneración. Regeneración ética, moral y política de toda una sociedad, porque como apuntaba Iñaki Unzeta, profesor de sociología de la UPV, no es que los terroristas y sus adláteres sean intrínsecamente malos, desde el punto de vista ético y moral, no es que sean manzanas podridas dentro de un cesto, del que hay que apartarlas para que no pudran a las demás, si no que es el mismo cesto el que ya está podrido y el que habrá que cambiar, regenerar de una vez por todas. Pero ese será otro asunto a reflexionar y desarrollar en otra entrada.

Saludos.

8 DE ENERO. CUMPLEAÑOS DE EDU. IN MEMORIAM

   Hoy, 8 de enero, cumpliría 51 años. Allí donde estés que tengas un feliz día, los que aún quedamos por aquí segimos sin olvidarte. Zorionak, Edu, Feliz Cumple.