domingo, 14 de febrero de 2010

MEJOR ARREPENTIDOS

Querría comentar la carta al director remitida por parte de Edorta Martínez de Gesto Por La Paz y publicada en el diario El Correo el pasado día 23 de diciembre, en la que en esencia se manifestaba el colectivo pacifista a favor del acercamiento de presos etarras por constituir su dispersión un dolor y sufrimiento inútiles para sus familias, así como que incidía en la profundización del desarraigo y en la no resocialización del preso, identificando esta dispersión como un castigo añadido hacia las familias y sin repercusión en la lucha antiterrorista. Analizando dicha carta es curioso que la misma haga más hincapié en la situación de los familiares de los presos que en la de los presuntos derechos de éstos, que es lo que reclaman los colectivos como Etxerat. Se habla en la carta que la distancia no favorece la resocialización. Sin querer entrar en farragosas definiciones técnicas se podría decir que “la socialización de un individuo es el proceso mediante el cual los individuos pertenecientes a una sociedad o cultura aprenden e interiorizan un repertorio de normas, valores y formas de percibir la realidad, que los dotan de las capacidades necesarias para desempeñarse satisfactoriamente en la interacción social con otros individuos de ésta. Esto se consigue mediante dos socializaciones, la primaria, que se da en los primero años de la persona y que lo ejerce la familia y la secundaria que se refiere a cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos ámbitos del mundo objetivo de su sociedad. Es la interiorización de submundos (realidades parciales que contrastan con el mundo de base adquirido en la socialización primaria) institucionales o basados en instituciones. El individuo descubre que el mundo de sus padres no es el único. La carga afectiva es reemplazada por técnicas pedagógicas que facilitan el aprendizaje. Se caracteriza por la división social del trabajo y por la distribución social del conocimiento. La socialización es simplemente interactuar con más personas y la ejercen, entre otros, la escuela, los amigos, instituciones, colectivos y otros organismos de control social, como puede ser el trabajo”. Estas definiciones se pueden encontrar en cualquier libro sobre sociología. Lo normal cuando una persona no ha sido debidamente socializada es que presente desequilibrios en su comportamiento que le lleven, entre otras cosas, a delinquir, posteriormente los organismos de control social probablemente le lleven a pasar un periodo en la cárcel, donde, en teoría, debería de resocializarse. Estas personas suelen pertenecer a familias desestructuradas, donde falla la primera socialización y donde la socialización secundaria no consigue su propósito. Pero este no es el caso de los terroristas de ETA, precisamente si algo no ha fallado en su desarrollo personal es la socialización, la socialización de esos submundos a los que en muchos casos se ven dirigidos desde la socialización primaria, pero que se termina de interiorizar con la secundaria. A través de colectivos muy ideologizados, los llamados dinamizadores abertzales proceden a imprimir rapidez e intensidad al adoctrinamiento ideológico de los jóvenes con el objetivo de anular desviaciones, interpretaciones o deserciones en el discurso abertzale realizado mediante la manipulación hermenéutica y amnésica del revisionismo histórico y la tergiversación de la realidad de los hechos, para recrear contextualizaciones sociales y políticas cuando menos inexactas, cuando no falsas, irreales o inventadas, con el fin de justificar y legitimar la violencia del terrorismo de ETA como único medio para conseguir su idearios políticos. Los terroristas no proceden, mayoritariamente, de familias desestructuradas, muy al contrario, suelen pertenecer a estratos sociales medios-altos, muy ideologizados. Los terroristas no presentan psicopatologías que les lleven a ingresar en una organización para dar rienda suelta a las mismas, simplemente llegan convencidos de que su “lucha armada” es el único medio para hacer efectivos sus demandas o necesidades políticas. Como apuntaba el profesor de sociología de la UPV, Iñaki Unzueta, en un artículo de opinión llamado el cesto podrido, publicado el 13 de septiembre, decía, en relación a la normalidad que impregnaba la personalidad de los protagonistas de los grandes genocidios de la historia, nazis, hutsis y tutsis por ejemplo, que << si aplicamos el enfoque conceptual de Zimbardo a la situación del País Vasco, no podríamos despachar la cuestión diciendo que se trata de unas cuantas manzanas podridas. Los terroristas y sus adláteres no son sádicos ni psicópatas asesinos, lo terrorífico es saber que se trata de personas absolutamente normales, pero dispuestas a cometer acciones criminales. El enfoque de Zimbardo lo que nos enseña es que aquí a las manzanas las pudre el cesto, es el cesto lo que está podrido. En consecuencia, la tarea es regenerar el cesto, restaurar los mimbres culturales, políticos y sociales gangrenados. Los procesos de reproducción cultural, integración social y socialización no pueden desarrollarse con normalidad en un contexto podrido>>. En definitiva, no nos encontramos con una necesidad real de resocialización a acometer desde las prisiones pues de nada serviría si cuando los presos cumplan su condena el cesto en el que se van a desenvolver continuara podrido. No se necesita socializárseles, puesto que distinguen perfectamente lo que está bien de lo que está mal, y de hecho muchos de ellos, se percatan en prisión de lo inútil de continuar con las acciones terroristas.

Otro concepto que se maneja es el del desarraigo. De las cuatro acepciones que tiene la palabra quizás la que mejor se aproxime al contenido de la carta sea el de separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos. Vuelve a ser curioso que se hable de desarraigo ahora, cuando los terroristas están cumpliendo condena en prisión, alejados de su lugar de origen y de sus familias, que éstas abanderen el acercamiento de los mismos, me imagino que argumentando también este desarraigo, y en cambio no se lo pidan a los responsables de ETA, cuando sus hijos, después de un socializante adoctrinamiento ideológico, deciden pasar a la clandestinidad que supone el terrorismo, lejos de sus familias, sin apenas contactos personales, en un país extranjero, viviendo en constante trashumancia. Entonces nadie enarbola la bandera del desarraigo y se planta ante ETA para pedirle explicaciones sobre la dispersión y distancia a la familia a la que han sido condenados por la banda terrorista. Probablemente, nunca estarán más cerca de ellos que ahora que cumplen condena en una cárcel de España, por muy lejos que ésta esté.

Por último es curioso que siempre se pida un gesto por la paz a los mismos de siempre y nunca se reclamen a aquellos a los que va dirigido. Que nunca hayan asistido los familiares de presos a un acto de víctimas, no ya de ETA, si no del terrorismo en general. Que nunca hayan mostrado su apoyo a ninguna familia víctima de ETA por el castigo añadido, inútil e innecesario que supone el dolor, desarraigo y desestructuración social, familiar y psicológica a la que se ven sometidos todos los miembros de esa familia. Que nunca hayan mostrado un mínimo de solidaridad con todas las familias que han tenido que abandonar este País por culpa de la amenaza terrorista de ETA, convirtiéndose en los auténticos refugiados políticos, dispersados y desarraigados que existen en Euskadi. Me pregunto porque hemos de creer que la dispersión de presos es un castigo añadido, inútil e innecesario para sus familiares y éstos no piensan lo mismo sobre nuestros familiares asesinados. Me pregunto cual será el siguiente paso, ¿Pedir la derogación de la Ley de Partidos porque sus familias sufren por no poder votar a la franquicia política de ETA?, ¿Terceros grados para que los terroristas se puedan socializar mejor?, ¿Amnistía para sus presos? Eso sí, sin mostrar el más mínimo arrepentimiento. ¿Y quien nos asegura que el acercamiento de presos va a ser un paso adelante en la pacificación y libertad de este país? ¿Cuando ha condicionado ETA, en sus falsas treguas, la solución al acercamiento? En el último acto de Reconocimiento institucional a las Victimas del terrorismo hubo un espacio al recuerdo de esas víctimas, de esas otras siglas terroristas. En los actos de concentración por Eduardo Puelles nos acompañan los nombres de todas ellas, por su memoria y por el reconocimiento a dolor de sus familias. Si la ubicuidad de los presos etarras es dolorosa para las familias de éstos por su dispersión y lejanía, díganme ustedes que estaremos pasando las víctimas del terrorismo con nuestros familiares asesinados alejados para el resto de la eternidad de nuestros domicilios.

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